Lo único sólido que de él quedó fue su chaqueta.
La colgaron allí, en el armario grande. Fue olvidada.
Se pegó al fondo, detrás de nuestras ropas de verano, de invierno,
nuevas cada año, para nuestras necesidades nuevas -. Hasta que,
un día, llamó nuestra atención – puede que por su color extraño,
puede que por su anticuado corte -. Sobre sus botones
había tres imágenes, iguales y redondas:
el muro del fusilamiento, con cuatro agujeros,
y alrededor, nuestro remordimiento.
Retraso
Todavía le quedaba una hora; alcanzaría.
Podía, pues, observar el florero vacío,
parecido a una mano de cristal como esperando, parecido a un…
Cuando se acordó de irse
los otros habían acabado ya su jornada. Y él ni siquiera
había terminado sus observaciones, con la idea
de que le sobraría tiempo. Así pues, lo único que podía hacer
era coger dos flores de las coronas grandes
que estaban en la entrada -dos lirios, y nada más-
muy altos, muy blancos, para el florero vacío.
La colgaron allí, en el armario grande. Fue olvidada.
Se pegó al fondo, detrás de nuestras ropas de verano, de invierno,
nuevas cada año, para nuestras necesidades nuevas -. Hasta que,
un día, llamó nuestra atención – puede que por su color extraño,
puede que por su anticuado corte -. Sobre sus botones
había tres imágenes, iguales y redondas:
el muro del fusilamiento, con cuatro agujeros,
y alrededor, nuestro remordimiento.
Retraso
Todavía le quedaba una hora; alcanzaría.
Podía, pues, observar el florero vacío,
parecido a una mano de cristal como esperando, parecido a un…
Cuando se acordó de irse
los otros habían acabado ya su jornada. Y él ni siquiera
había terminado sus observaciones, con la idea
de que le sobraría tiempo. Así pues, lo único que podía hacer
era coger dos flores de las coronas grandes
que estaban en la entrada -dos lirios, y nada más-
muy altos, muy blancos, para el florero vacío.
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