ELEGÍA A JESÚS MENÉNDEZ, de Nicolás Guillén



¡Qué dedos tiene, cuántas

uñas saliéndole del sueño! Brilla

duro fulgor sobre la hundida zona

del aire en que quisieron destruirle

la piel, la luz, los huesos, la garganta.

¡Cómo le vemos, cómo habrá de vérsele

pasar aullando en medio de las cañas,

o bien quedar suspenso remolino

o bien bajar, subir,

o bien de mano en mano

rodar como una constante moneda,

o bien arder al filo de la calle

en demorada llamarada,

o bien tirar al río de los hombres,

al mar, a los estanques de los hombres

canciones como piedras

que van haciendo círculos de música

vengadora, de música

puesta, llevada en hombros como un himno!

Su voz aquí nos acompaña y ciñe.

Estrujamos su voz

como una flor de insomnio

y suelta un zumo amargo,

suelta un olor mojado,

un agua de palabras puntiagudas

que encuentran en el viento

el camino del grito,

que encuentran en el grito

el camino del canto,

que encuentran en el canto

el camino del fuego,

que encuentran en el fuego

el camino del alba,

que encuentran en el alba un gallo rojo

de pólvora, un metálico

gallo desparramando el día con sus alas.

Venid, venid y en la alta

torre estaréis, campana y campanero;

estaremos, venid,

metal y hueso juntos que saludan

el fino, el esperado amanecer

de las raíces; el tremendo hallazgo

de una súbita estrella;

metal y huesos juntos que saludan

la paloma de vuelo popular

y el verde ramo en el aire sin dueño;

el carro ya de espigas

lleno recién cortadas;

la presencia esencial

del acero y de la rosa:

metal y huesos juntos que saludan

la procesión final, el ancho séquito

de la victoria.

Entonces llegará,

General de las Cañas, con su sable

hecho de un gran relámpago bruñido;

entonces llegará,

jinete en un caballo de agua y humo,

lenta sonrisa en el saludo lento,

entonces llegará para decir,

Jesús, para decir:

—He vuelto, no temáis.

Para decir:

—Mirad, he aquí el azúcar ya sin lágrimas.

Para decir:

—Fue largo el viaje y áspero el camino.

Creció un árbol con sangre de mi herida.

Canta desde él un pájaro a la vida.

La mañana se anuncia con un trino.

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