LA CALLE DESTRUIDA, de Pablo Neruda


Por el hierro injuriado, por los ojos del yeso

pasa una lengua de años diferentes

del tiempo. Es una cola

de ásperas crines, unas manos de piedra llenas de ira,

y el color de las casas enmudece, y estallan

las decisiones de la arquitectura,

un pie terrible ensucia los balcones;

con lentitud, con sombra acumulada,

con máscaras mordidas de invierno y lentitud,

se pasean los días de alta frente

entre casas sin luna.

El agua y la costumbre y el lodo blanco

que la estrella despide, y en especial

el aire que las campanas han golpeado con furia

gastan las cosas, tocan

las ruedas, se detienen

en las cigarrerías,

y crece el pelo rojo en las cornisas

como un largo lamento, mientras a lo profundo

caen llaves, relojes,

flores asimiladas al olvido.

¿Dónde está la violeta recién parida? ¿Dónde

la corbata y el virginal céfiro rojo?

Sobre las poblaciones

una lengua de polvo podrido se adelanta

rompiendo anillos, royendo pintura,

haciendo aullar sin voz las sillas negras,

cubriendo los florones de cemento, los baluartes

de metal destrozado,

el jardín y la lana, las ampliaciones de fotografías ardientes

heridas por la lluvia, la sed de las alcobas, y los grandes

carteles de los cines en donde luchan

la pantera y el trueno,

las lanzas del geranio, los almacenes llenos de miel perdida,

la tos, los trajes de tejido brillante,

todo se cubre de un sabor mortal

a retroceso y humedad y herida.

Tal vez las conversaciones anudadas, el roce de los cuerpos,

la virtud de las fatigadas señoras que anidan en el humo,

los tomates asesinados implacablemente,

el paso de los caballos de un triste regimiento,

la luz, la presión de muchos dedos sin nombre

gastan la fibra plana de la cal,

rodean de aire neutro las fachadas

como cuchillos: mientras

el aire del peligro roe las circunstancias,

los ladrillos, la sal se derraman como aguas

y los carros de gordos ejes tambalean.

¡Ola de rosas rotas y agujeros! ¡Futuro

de la vena olorosa! ¡Objetos sin piedad!

¡Nadie circule! ¡Nadie abra los brazos

dentro del agua ciega!

Oh movimiento, oh nombre malherido,

oh cucharada de viento confuso

y color azotado! Oh herida en donde caen

hasta morir las guitarras azules!

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