ODA AL TIEMPO, de Pablo Neruda




Dentro de ti tu edad

creciendo,

dentro de mí mi edad

andando.

El tiempo es decidido,

no suena su campana,

se acrecienta, camina,

por dentro de nosotros,

aparece

como un agua profunda

en la mirada

y junto a las castañas

quemadas de tus ojos

una brizna, la huella

de un minúsculo río,

una estrellita seca

ascendiendo a tu boca.

Sube el tiempo

sus hilos

a tu pelo,

pero en mi corazón

como una madreselva

es tu fragancia,

viviente como el fuego.

Es bello

como lo que vivimos

envejecer viviendo.

Cada día

fue piedra transparente,

cada noche

para nosotros fue una rosa negra,

y este surco en tu rostro o en el mío

son piedra o flor,

recuerdo de un relámpago.

Mis ojos se han gastado en tu hermosura,

pero tú eres mis ojos.

Yo fatigué tal vez bajo mis besos

tu pecho duplicado,

pero todos han visto en mi alegría

tu resplandor secreto.

Amor, qué importa

que el tiempo,

el mismo que elevó como dos llamas

o espigas paralelas

mi cuerpo y tu dulzura,

mañana los mantenga

o los desgrane

y con sus mismos dedos invisibles

borre la identidad que nos separa

dándonos la victoria

de un solo ser final bajo la tierra.

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