TEMBLOR DE CIELO -Fragmento 4-, de Vicente Huidobro



En todas las escalas se supone un asesino escondido.

Los cantores cardiacos mueren sólo de pensar en ello.

Así las mariposas enfermizas volverán a su estado

de gusanos del cual no debían haber salido nunca. El oído

recaerá en infancia y se llenará de ecos marinos y de esas

algas que flotan en los ojos de ciertos pájaros.

Solamente Isolda conoce el misterio. Pero ella recorre

el arco-iris con sus dedos temblorosos en busca de un sonido

especial.

Y si un mirlo le picotea el ojo ella le deja beber toda el agua

que quiera con la misma sonrisa que atrae los rebaños de búfalos.

¿Sobre qué corazón hinchado de amargura podrías flotar tú

en todos los océanos, en cualquier mar?

Porque debes saber que aferrarse a un corazón como a una boya

es peligroso a causa de las grutas marinas que los atraen y en donde

los pulpos que son nudos de serpientes o trompas de elefantes

les cierran la salida para siempre.

Date cuenta de lo que es una montaña con los brazos levantados

pidiendo perdón y piensa que es menos peligrosa que los mares

y más asequible a la amistad.

Sin embargo tu destino es amar lo peligroso, lo peligroso

que hay en ti y fuera de ti, besar los labios del abismo contando

con ayudas tenebrosas para el triunfo final de todas tus empresas

y tus sueños cubiertos de rocío en el amanecer.

De lo contrario agradece y retírate hasta el fondo de la memoria

de los hombres.

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