LOS CIEGOS de Charles Baudelaire


¡MÍRALOS, alma, son en verdad espantosos!
Vagamente ridículos, maniquíes noctámbulos;
terribles, singulares, igual a los sonámbulos,
fijan quién sabe en dónde sus ojos tenebrosos.
Sus ojos, de que huyó la centella divina,
como si algo miraran en lo lejano, al cielo
se alzan siempre; jamás su cabeza se inclina
para buscar, cargada de visiones, el suelo.
Él atraviesa así la negra inmensidad,
hermano del silencio infinito. ¡Oh ciudad!,
mientras en torno cantas, ríes sin un anhelo
generoso, aturdida, de placer embriagada,
¡mira!, también me arrastro, el alma desolada,
me digo: "¿Qué buscan los ciegos en el cielo?"

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