¡Eres un hermoso cielo de otoño, claro y rosado!
Pero la tristeza sube en mí como el mar,
y su reflujo deja, en mis labios taciturnos,
El punzante recuerdo de su cieno amargo.
En vano tu mano se desliza sobre mi pecho desfallecido;
lo que busca, amiga, es un lugar saqueado
por la garra y el diente feroz de la mujer.
No busquéis más mi corazón: las fieras se lo comieron.
Mi corazón es un palacio mancillado por la turba;
¡En él se emborrachan, se matan, se agarran de los pelos!
¡Flota en torno a tu cuello desnudo un perfume!…
¡Oh Belleza, dura calamidad de las almas! ¡Así lo quieres!
Con tus ojos de fuego, brillantes como fiestas,
¡calcina esos despojos que abandonaron las fieras.
Pero la tristeza sube en mí como el mar,
y su reflujo deja, en mis labios taciturnos,
El punzante recuerdo de su cieno amargo.
En vano tu mano se desliza sobre mi pecho desfallecido;
lo que busca, amiga, es un lugar saqueado
por la garra y el diente feroz de la mujer.
No busquéis más mi corazón: las fieras se lo comieron.
Mi corazón es un palacio mancillado por la turba;
¡En él se emborrachan, se matan, se agarran de los pelos!
¡Flota en torno a tu cuello desnudo un perfume!…
¡Oh Belleza, dura calamidad de las almas! ¡Así lo quieres!
Con tus ojos de fuego, brillantes como fiestas,
¡calcina esos despojos que abandonaron las fieras.

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