Aquí no hay nada, nadie.
Entre tanto gentío
nadie va, nadie viene.
Sólo se toca el aire,
silencio en el bullicio,
vacío en la palabra
oquedad en el movimiento,
presencia sin personas.
Qué enredo de países,
de adverbios, de niveles,
qué maraña de puertas,
de nombres, de caminos.
¿Aquí, allí, adónde?
Hay letras encendidas
que duelen como llagas.
Es forzoso salir:
buscar alguna parte,
¿buscar qué?, un orificio
entre la masa amorfa,
un huequecillo tenue
con temblor de caricia,
una esquina con flores.
La mujer y los niños
miran hacia delante
y sonríen por algo
que no se les alcanza.
Decirles “aquí estoy”.
Decir “venid conmigo”.
Pero ¿adónde llevarlos
si no nos lleva nadie?
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