A Álvaro Gálvez y Fuentes
¿Qué puedo saber yo, criatura inocente,
abandonada con terrible crueldad en este paraíso,
si vivo caminando por mis fútiles lágrimas
y confinada en luminoso exilio
sabiendo que la flor se ha de abrir en la noche?
Y no ha sonado aún sobre mi frente
la hora grave
que habrá de rescatarme de mi interino gozo,
que ha de ungirme de llanto,
con el llanto infinito que espero en mi sonrisa,
de pie sobre mi isla sin pecado y sin gracia.
Yo vivo en este día que no cierra los ojos,
esperando la muerte de esta amarga dulzura,
la caída de mi alegría bárbara.
¿Qué puedo saber yo
si no me han entregado al dolor que me aguarda?
He de medir mi voz al canto que resuena
en mi dulce destierro,
que aún me están vedados
mi posesión y mi abandono
y las más hondas de mis lágrimas.
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