El cáncer de nuestra carne que oprime nuestro espíritu sin restarle fuerza, es el cáncer famoso
con que nacemos —estigma de mujer— ese microbio que nos roba vida proviene de leyes
prostituidas de poderes legislativos, de poderes religiosos, de poderes paternos, y algunas mujeres con poca materia, con poco espíritu, crecen como flores de belleza frágil, sin savia,
cultivadas en cuidados prados para ser trasplantadas en macetas inverosímiles —arbustos
enormes, enanizados por mayor crueldad y sabiduría agrícola que la de los japoneses— y
flores marchitas de invernadero, temerosas, tiemblan frágiles en la atmósfera pura —el sol las consume, la tormenta de la lucha de la vida con sólo su rumor las mata, y son víctimas de crímenes
cínicos de poderes legislativos, de poderes religiosos, de poderes paternos, y esas víctimas
cobardes paren, porque no tienen seguridad en ellas mismas, generaciones de nulidades
enfermizas. Mas otras mujeres víctimas también de esos poderes y en las que la carne impera,
saltan por todo y van por el mundo con carne temblorosa de deseos —cortesanas humilladas
por leyes gubernamentales— y aunque atormentadas por las mismas pasiones, van otras,
fanáticas, que azotan con religiones, y amenazan, vulgares sus carnes podridas de pasiones y
deseos extinguidos… Mas otras mujeres de tremendo espíritu, de viril fuerza, que nacen bajo
tales condiciones de cultivadas flores, pero en las que ningún cáncer ha podido mermar la
independencia de su espíritu y que a pesar de luchar contra multiplicadas barreras que mil
poderes les imponen, más que al hombre a quien le han glorificado su espíritu facilitado sus
vicios —con esas multiplicadas barreras que mil poderes les imponen— y desarmadas, con
débil carne de invernadero, luchan y lucharán con la sola omnipotencia de su espíritu que se
impondrá por la sola conciencia de su libertad —bajo yugos o fuera de ellos— y la civilización
de los pueblos y de los hombres hará efectivo el valor de seres de carne y espíritu como ellos.
Mas las otras pobres flores —arbustos enanizados— traen consecuencias del cáncer hereditario
a las nuevas generaciones y paren seres pequeños e intoxicados, sin fuerza de espíritu, sin
fuerza de cuerpo, que significan degeneración universal —y el problema de la educación se yergue para crear la fuerza que ha de sostener a seres enfermos del cáncer que roba la vida.
con que nacemos —estigma de mujer— ese microbio que nos roba vida proviene de leyes
prostituidas de poderes legislativos, de poderes religiosos, de poderes paternos, y algunas mujeres con poca materia, con poco espíritu, crecen como flores de belleza frágil, sin savia,
cultivadas en cuidados prados para ser trasplantadas en macetas inverosímiles —arbustos
enormes, enanizados por mayor crueldad y sabiduría agrícola que la de los japoneses— y
flores marchitas de invernadero, temerosas, tiemblan frágiles en la atmósfera pura —el sol las consume, la tormenta de la lucha de la vida con sólo su rumor las mata, y son víctimas de crímenes
cínicos de poderes legislativos, de poderes religiosos, de poderes paternos, y esas víctimas
cobardes paren, porque no tienen seguridad en ellas mismas, generaciones de nulidades
enfermizas. Mas otras mujeres víctimas también de esos poderes y en las que la carne impera,
saltan por todo y van por el mundo con carne temblorosa de deseos —cortesanas humilladas
por leyes gubernamentales— y aunque atormentadas por las mismas pasiones, van otras,
fanáticas, que azotan con religiones, y amenazan, vulgares sus carnes podridas de pasiones y
deseos extinguidos… Mas otras mujeres de tremendo espíritu, de viril fuerza, que nacen bajo
tales condiciones de cultivadas flores, pero en las que ningún cáncer ha podido mermar la
independencia de su espíritu y que a pesar de luchar contra multiplicadas barreras que mil
poderes les imponen, más que al hombre a quien le han glorificado su espíritu facilitado sus
vicios —con esas multiplicadas barreras que mil poderes les imponen— y desarmadas, con
débil carne de invernadero, luchan y lucharán con la sola omnipotencia de su espíritu que se
impondrá por la sola conciencia de su libertad —bajo yugos o fuera de ellos— y la civilización
de los pueblos y de los hombres hará efectivo el valor de seres de carne y espíritu como ellos.
Mas las otras pobres flores —arbustos enanizados— traen consecuencias del cáncer hereditario
a las nuevas generaciones y paren seres pequeños e intoxicados, sin fuerza de espíritu, sin
fuerza de cuerpo, que significan degeneración universal —y el problema de la educación se yergue para crear la fuerza que ha de sostener a seres enfermos del cáncer que roba la vida.
Comentarios
Publicar un comentario