En la habitación, de la que ha sido
dueña hasta ese día,
la instalan, como si fuese una extranjera.
Callada, como siempre,
está ahora
en la esquina más breve de su cuarto.
Con tanta luz como no tuvo nunca,
entre flores pobrísimas, entretiene
su obligatorio ocio, desde
una mañana hasta la otra
en que sin reverencias, sin adioses,
más callada que nunca
deja que la lleven a otro sitio,
distante del Planeta
que con los hijos y el marido hizo…
Y así empezó mi asunto con la muerte.
Seguro que hubo amor,
pero escaseaba el tiempo de mostrarlo
y hacer que lo entendiera.
Y, a partir de ese día
todo fue ya inútil. Se hizo tarde
para sentarnos a hablar y conocernos
cuando yo fuese mayor y ella más vieja.
dueña hasta ese día,
la instalan, como si fuese una extranjera.
Callada, como siempre,
está ahora
en la esquina más breve de su cuarto.
Con tanta luz como no tuvo nunca,
entre flores pobrísimas, entretiene
su obligatorio ocio, desde
una mañana hasta la otra
en que sin reverencias, sin adioses,
más callada que nunca
deja que la lleven a otro sitio,
distante del Planeta
que con los hijos y el marido hizo…
Y así empezó mi asunto con la muerte.
Seguro que hubo amor,
pero escaseaba el tiempo de mostrarlo
y hacer que lo entendiera.
Y, a partir de ese día
todo fue ya inútil. Se hizo tarde
para sentarnos a hablar y conocernos
cuando yo fuese mayor y ella más vieja.
Comentarios
Publicar un comentario