Yo, mi propia prisionera, os digo:
La vida no es la primavera vestida de terciopelo verde claro,
o una caricia que raras veces se obtiene,
la vida no es una decisión de partir
o dos brazos blancos que nos retienen.
La vida es la angosta argolla que nos mantiene cautivos,
el círculo invisible que nunca traspasamos,
la vida es la felicidad cercana que pasa de largo,
y los miles de pasos que no nos atrevemos a dar.
La vida es despreciarse a sí mismo
y permanecer inmóvil en el fondo de un pozo,
sabiendo que el sol brilla, allá en lo alto,
y que pájaros de oro cruzan volando el aire
y los días, veloces como flechas, pasan.
La vida es agitar la mano en un breve saludo, e ir a casa, y dormir…
La vida es ser un extraño para sí mismo
y una máscara nueva para cualquiera que llegue.
La vida es jugar frívolamente con la propia dicha,
y rechazar el instante único, irrepetible,
la vida es creerse débil y no arriesgarse.
La vida no es la primavera vestida de terciopelo verde claro,
o una caricia que raras veces se obtiene,
la vida no es una decisión de partir
o dos brazos blancos que nos retienen.
La vida es la angosta argolla que nos mantiene cautivos,
el círculo invisible que nunca traspasamos,
la vida es la felicidad cercana que pasa de largo,
y los miles de pasos que no nos atrevemos a dar.
La vida es despreciarse a sí mismo
y permanecer inmóvil en el fondo de un pozo,
sabiendo que el sol brilla, allá en lo alto,
y que pájaros de oro cruzan volando el aire
y los días, veloces como flechas, pasan.
La vida es agitar la mano en un breve saludo, e ir a casa, y dormir…
La vida es ser un extraño para sí mismo
y una máscara nueva para cualquiera que llegue.
La vida es jugar frívolamente con la propia dicha,
y rechazar el instante único, irrepetible,
la vida es creerse débil y no arriesgarse.
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