La vida a quien más se parece es a la muerte, su hermana.
La muerte no es diferente,
puedes acariciarla, y tener su mano entre las tuyas, y alisar sus cabellos;
ella te ofrecerá una flor y sonreirá.
Tu puedes hundir el rostro en su pecho
y oírla decir: ya es hora de partir.
Ella no te dirá que es otra.
La muerte no yace verdiblanca con el rostro hacia el suelo
ni de espaldas sobre un féretro blanco:
la muerte se pasea con sus rosadas mejillas y habla con todos.
La muerte tiene rasgos delicados y mejillas bondadosas,
sobre tu corazón coloca su mano suave.
Quien ha sentido esa mano suave en el corazón,
ya no recibe el calor del sol,
es frío como el hielo y no ama a nadie.
La muerte no es diferente,
puedes acariciarla, y tener su mano entre las tuyas, y alisar sus cabellos;
ella te ofrecerá una flor y sonreirá.
Tu puedes hundir el rostro en su pecho
y oírla decir: ya es hora de partir.
Ella no te dirá que es otra.
La muerte no yace verdiblanca con el rostro hacia el suelo
ni de espaldas sobre un féretro blanco:
la muerte se pasea con sus rosadas mejillas y habla con todos.
La muerte tiene rasgos delicados y mejillas bondadosas,
sobre tu corazón coloca su mano suave.
Quien ha sentido esa mano suave en el corazón,
ya no recibe el calor del sol,
es frío como el hielo y no ama a nadie.
Comentarios
Publicar un comentario