Que al pisar estos dinteles
Haya soñado laureles
Que no sabré conseguir:
Perdonad, si arrebatado,
Por una pasión que siento,
He venido en tal momento
Haceros mi voz sentir.
Esa pasión me domina
Sin darme tregua ni calma:
Cantar las penas de mi alma
Esa es toda mi ambición:
Es mi voz muy quejumbrosa,
¿Pero, qué importa su acento,
Sí cuando canto yo siento
Desahogado el corazón?
Se desprende de mi mente
Una sucesión de frases,
Inspiraciones fugaces,
Sin que las pueda pulir:
Tan pronto canto mis penas,
Como canto extrañas glorias
O las brillantes victorias
Que otro pudo conseguir.
Perdonad, repito, ahora,
Que sin ser culto poeta,
Divague mi mente inquieta
Tras del ideal que soñé.
Y al compás de esta guitarra,
Compañera de mis penas,
Quiera llorar las ajenas
O las que yo ya pasé.
En la infancia la primera;
En esa edad de las flores
Que no se sienten dolores,
Ni nos agobia el pesar;
Que todas son alegrías
Que todo es dulce embeleso;
Ni nos impresiona el beso
Que nos dan al despertar.
Siempre la mente ofuscada
Entre sueños infantiles,
Pasamos esos abriles
Como en la planta una flor,
Que uno la ve tan lozana
Por el tallo sostenida,
Y después, ya, decaída,
Pierde su aroma y color.
Así en esos gratos días
Pasé momentos de calma
No estando impregnada mi alma
En el dolor terrenal.
Si soñaba una ventura
La juzgaba verdadera,
No siendo más que quimera,
Ilusión vana y fatal.
Mas ¡ay! que todo se pierde
Cuando la madre nos falta:
De aquella cumbre tan alta
Cae deshecha la ilusión.
Ya no se sueñan venturas,
Solo se sienten dolores.
Y desengaños traidores
Que parten el corazón.
El blando arrullo del beso
Que a despertar nos venía
Se pierde en un solo día
Para no hallarle jamás.
Y aquella que en nuestra cuna
Nos acarició la frente,
Oímos decir de repente,
¡Ya murió! ¡Descanse en paz!…
¡Es huérfano!, dice el mundo,
Al vernos por ahí rodando,
Y por la orfandad llorando
Sin encontrar otro hogar.
¡Entonces, tarde, muy tarde,
La falta de ella sentimos
Y si algún dolor sufrimos
Nadie lo puede acallar!
Si algunos de los presentes
Aun una madre conservan,
Y estas lágrimas recuerdan,
De ejemplo les servirán…
A pesar que bien comprendo
No necesitan lecciones,
Que ya en muchas ocasiones,
Al mundo conocerán.
Así es de que escucharán,
Los que atenderme quisieran,
Esta historia verdadera
O fragmentos de mi vida.
Aunque tan joven, anida
Cosas que a muchos asombren,
De los terribles tormentos
Que suele pasar un hombre.
Nací de padres honrados,
Aunque de muy pobre cuna,
Pasando sin pena alguna
Hasta que tuve razón.
Entré en la edad de los sueños
Al llegar a los quince años,
Cuando sentí desengaños
Ya dije: ¡mentira son!
Después que perdí a mi madre,
Pues se cortó su existencia,
La lloré con inocencia
Puesto que en la infancia fue.
Y sentí por vez primera
Surcar mi adusto semblante
Una lágrima brillante
Que a su dolor derramé.
¿Cómo es posible, decía,
Que me abandone tan niño?…
Recordando su cariño
Que tanto me profesó!
Y llorando amargamente,
De pena languidecía;
Y la gente repetía:
¡Vuestra madre ya murió!…
Las personas que allí estaban,
Intentando consolarme,
Venían á recordarme
Que para eso era varón.
Hay que soportar, decían.
Lo que nos marca el destino,
Porque la mandó el Divino
Elevarse a otra mansión.
Toda persona, que es joven,
Y poca esperanza anida,
No importa perder la vida
Si se trunca en la niñez;
Pero perder una madre
Es el dolor más profundo;
Huérfano queda en el mundo
Y otra no encuentra después.
Al perder a nuestra madre
Otro dolor soportamos;
Con una abuela quedamos
Que de anciana falleció.
Nuestro padre en ese entonces
En el Paraguay luchaba
Y próximo a venir estaba
Cuando también falleció.
Todos nos diseminamos,
Ya sin bienes de fortuna
Lo mismo que una columna
Que le falta el General.
O cual pájaro sin pluma
Que del nido cae al suelo
Y muere sin el consuelo
De haber podido volar.
Yo quedé como arbolito
Que, plantado en un desierto,
De hojas secas se ha cubierto
Que el ardiente sol quemó.
Es allí donde el viajero
Ata el hambriento caballo
Hasta es herido del rayo
Que del todo mutiló.
Y tuve gran afición
A las letras y pintura
Más vi lleno de amargura,
Que no eran para mí.
Después me hice militar
A fin de morir luchando;
Pero vivía penando
Porque igualdades no vi.
Ya podrán saber; señores,
La diferencia que existe;
Soy melancólico y triste
Porque llorar es mi afán.
Pinto placeres y glorias,
Reales, pero no sentidos;
Y mundos desconocidos,
Que nunca verdad serán.
Mi mañana es nebuloso,
Porque voy, mísero errante,
Mendigando a cada instante
El pan que debo comer.
Camino tras de la gloria,
Que persigue el hombre ufano,
Sabiendo que todo es vano,
El mañana y el ayer.
Si la vanidad del mundo
Me cierra a mi sus salones,
Sus halagos y atenciones,
Solitario debo andar;
Como el filósofo griego
Que a la clara luz del día
Una linterna encendía,
Deseando un hombre encontrar.
Cante Gabino, me dicen;
Yo canto, cuando me piden,
Mas, señores, nunca olviden
Que yo tengo corazón.
Aunque vean que mis labios
Dibujan una sonrisa
Sepan que es cual mansa brisa
Después de fuerte aquilón.
El mundo ayer me brindaba
Un Edén, mil primaveras,
Y las auras placenteras
Besar mi frente sentí.
Mas luego que el desengaño
Descorrió su denso velo,
Tan solo encuentro en el suelo
Decepciones para mi.
Porque pasé mi existencia
Padeciendo amargamente,
Pues nunca existió en mi mente
Alegría ni placer,
Y solo en mi desventura,
Peregrino de la vida,
Cual hoja que desprendida
Se ve en el suelo correr.
Voy como náufrago, asido
A un leño que le sostenga,
Siempre esperando que venga
La nave de salvación.
Y cuando ve alguna nube
En el lejano horizonte
Le dice a otro que se apronte,
Que viene una embarcación.
Porque voy, cual nuevo Homero,
Mendigo y peregrinando,
En todas partes cantando
Donde un asilo me dan.
Y así es que en todas ellas
Digo yo que siento pena;
Voy sujeto a una cadena,
Porque estéril es mi afán.
Esta es la verdad, señores,
De todo lo que he cantado;
Quedando yo aniquilado
En la flor de la niñez.
En un tiempo yo he tenido
Una ambición ilusoria
Y cuando he soñado gloria
Miseria encontré después.
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