Yo, que siempre quise ser cantante de ópera o bailar
noche tras noche vestida de rojo, o echar la suerte al pie de los caminos
o en fin, ser un tahúr o en el peor
de los casos ser mendiga o poeta,
he debido rendirme a mi destino cruel de embalsamadora,
de cantora de endechas, de ayudante
en los rituales todos de la muerte.
Aún era niña cuando supe de su inclinada sombra y su silencio.
Y de lo fácil que resulta morir y de lo fácil
que es vivir y estar muerto al mismo tiempo.
Primero fueron muertos ajenos, de caras aleladas,
que cuidadosamente yo regaba con vinagre aromático y espliego.
Luego fueron muriéndose uno a uno
los que algún día quise, casi todos. Les cantaba mis plantos,
desgarraba mi túnica, plantaba
un árbol en memoria de sus días.
Tanta muerte tocó mi corazón
que éste se acorazó y se armó de púas.
Ahora me sorprende la mañana de cara al cielo limpio de rencores
entre mi verde bosque, sola, sola.
noche tras noche vestida de rojo, o echar la suerte al pie de los caminos
o en fin, ser un tahúr o en el peor
de los casos ser mendiga o poeta,
he debido rendirme a mi destino cruel de embalsamadora,
de cantora de endechas, de ayudante
en los rituales todos de la muerte.
Aún era niña cuando supe de su inclinada sombra y su silencio.
Y de lo fácil que resulta morir y de lo fácil
que es vivir y estar muerto al mismo tiempo.
Primero fueron muertos ajenos, de caras aleladas,
que cuidadosamente yo regaba con vinagre aromático y espliego.
Luego fueron muriéndose uno a uno
los que algún día quise, casi todos. Les cantaba mis plantos,
desgarraba mi túnica, plantaba
un árbol en memoria de sus días.
Tanta muerte tocó mi corazón
que éste se acorazó y se armó de púas.
Ahora me sorprende la mañana de cara al cielo limpio de rencores
entre mi verde bosque, sola, sola.
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