III
Llegó un día que esta tierra,
Por el Creador bendecida,
Se vio de pronto oprimida
Por Imperial ambición.
Pretendieron maniatarla,
Sujetarla a una cadena,
Que vio con ira y con pena
La altivez de esta Nación.
Ya su sol se oscurecía
Y el recuerdo de su gloria
Al carro de la victoria
Quiso atar el invasor:
De pronto sus nobles hijos
Al verla así encadenada,
Empuñaron limpia espada
Para salvarle el honor.
Un puñado de valientes,
Que Orientales todos eran,
Juraron a su bandera
Darle una gloria inmortal:
Al mando de Lavalleja
Esos Treinta y Tres campeones
Rompieron los eslabones
De la cadena Imperial.
Ese hecho grande y glorioso,
Como una chispa brillante,
En América al instante
Con velocidad cundió;
Desde el Plata hasta los Andes,
Y más allá, á esos varones,
La voz de muchas naciones
Con entusiasmo aclamó!
No hay más allá, se decían,
Al recordar esta tierra:
Cada oriental en si encierra
La intrepidez del león.
Porque la América toda
No ha visto glorias iguales;
Que Treinta y Tres Orientales
Salvaron a su nación.
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