ÉBANO, de Tess Gallagher






Necesito el latir de estas olas oscuras en mi sueño.
¿De qué otro modo recuperar el acre
aliento del clavel, que se renovaba en nosotros
noche tras noche? Yacer junto al amado
significaba disfrutar del jardín en todas las estaciones.
Ahora lo veo. Delicadamente, y sin
que el falso lustre del dolor atraiga
la memoria hasta la fragancia pura.
En el flujo y reflujo de las piedras debajo de la casa,
un espíritu amable tamiza y baña sus pesos,
y las que fueron lágrimas en alguna leyenda oriental
son vigorosamente borradas por la erosión. Y tú,
que fuiste una piedra tan sólo, me enseñaste a ser piedra.
Lo que supone burlarse de la contención en su rica periferia.
Lo gris, lo verde en mi negrura.

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