AHORA QUE NO ESTOY NUNCA SOLA, de Tess Gallagher





Alzo la mirada en el baño y veo una mariposa nocturna, parduzca,
pegada a la pared blanca, como un par
de labios impredecibles. Doy
el agua caliente: tanta como sea capaz de aguantar.
Me la echo por los hombros. Una vez
me pegó la cabeza a su muslo y me soltó
por el cuello un chorro de agua helada de la fuente
en la que estábamos bebiendo. Hermosa travesura
que congela aquel momento, de forma que ya nunca pueda mirar
atrás. Sólo ahora, en este brillante ahora, con un agua
que nunca está lo bastante caliente como para suprimir aquel escalofrío.
Pero recuerdo la soledad: ninguna otra
presencia; cada cosa, lo que fuese. No este tosco
revoloteo en el que te he convertido, igual que tú me has convertido
en tu centinela nocturno, en tu luz homicida.

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