EL LAGO, de Edgar Alan Poe





En la primavera de mi juventud era mi destino

buscar un lugar del ancho mundo

que no pudiera amar menos,

tan hermosa era la soledad

del apartado lago, rodeado de negras rocas,

y altos pinos que se elevaban alrededor.

Pero cuando la noche había extendido su manto

sobre aquel lugar, como encima de todo,

y el místico viento pasaba

murmurando una melodía,

entonces, oh entonces, me despertaba

al terror del solitario lago.

Pero el terror no era espanto,

sino tembloroso deleite,

un sentimiento que ninguna riqueza

me podría hacer decir ni sobornar a definir,

ni el amor, aunque fuera el tuyo.

La muerte estaba en aquella ola venenosa,

y en su golfo un ajustado sepulcro

para el que desde allí podía traer solaz

a su solitaria imaginación,

cuya solitaria alma podía hacer

un Edén de aquel oscuro lago.

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