TORO SENTADO EL VISIONARIO VIII, de Miguel Óscar Menassa





Después de la masacre se dieron cuenta,
que nuestras mujeres,
también tenían,
el don del amor,
la gracia de saberse inmortales.
Y si digo que ultrajaron sus cuerpos,
o las sometieron a las más duras pruebas,
lo digo por decir,
porque nuestras bellas amantes,
vivas durante cinco siglos,
lo soportaron todo
y tuvieron entre tanto,
hasta el último hijo necesario
y transportaron,
entre las mutilaciones de sus cuerpos,
ocultas,
nuestras pocas palabras.
Nunca fueron tristes,
en hijos y palabras fue todo porvenir.
Crecieron como crecen,
famosas sudestadas,
volcánicos murmullos.
Crecieron,
sin saber,
amantes,
del armonioso jugo de los vegetales,
y de sus propios excrementos,
fueron millones.

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