Y la noche de la ardiente locura,
de la locura colectiva,
pasó lentamente.
Y todo el ritmo
y toda la algarabía del tam-tam,
-violento y rojo de ira por el amanecer-
fueron,
nuestras historias.
Todo fue,
grandeza
tras grandeza.
Ninguno de nosotros lloró,
porque llorar,
no conocía el corazón del indio.
La marca,
la verdadera marca de la historia,
para nosotros,
fue la altanería,
la soberbia.
Nunca fuimos humildes,
más bien,
sórdidos.
Sabíamos,
que más allá de la colina,
al hombre,
lo esperaba la muerte.
de la locura colectiva,
pasó lentamente.
Y todo el ritmo
y toda la algarabía del tam-tam,
-violento y rojo de ira por el amanecer-
fueron,
nuestras historias.
Todo fue,
grandeza
tras grandeza.
Ninguno de nosotros lloró,
porque llorar,
no conocía el corazón del indio.
La marca,
la verdadera marca de la historia,
para nosotros,
fue la altanería,
la soberbia.
Nunca fuimos humildes,
más bien,
sórdidos.
Sabíamos,
que más allá de la colina,
al hombre,
lo esperaba la muerte.
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