O si no pedí nada en esta vida.
Sepa, señor, que siempre me perdí
En la niña que fui, tan confundida.
De noche oía voces y otros ecos.
La noche me decía siempre siempre
De lo posible en fábulas. De hadas.
El mundo en el balcón. A cielo abierto.
Los castaños dorados. Mi terror
Ante las muchas voces y las risas.
Yo era una niña delirante.
No me supe cuidar de las palabras.
Ni decir del dolor y de la pena
De no saber decir cosas amantes.
Lo que vivía en mí siempre callaba.
No soy más que la infancia. No pretendo
Ser otra, comedida. ¡Ah, si supiérais!
Llegué a escoger un mundo, éste en que vivo
Con rituales, gestos y recuerdos.
Viví secretamente. Y en sigilo
Permanezco hoy aquella, esquiva y dócil.
Quise dejar un testamento lírico
Y escuchar (sin embargo) entre paredes
Un ruido inquietante de sonrisas
Una boca de plumas, murmurante.
No siempre ha de hablaros un poeta.
Y aunque no oigan mi voz en esta vida
Alguno abrigará de entre vosotros
A la niña que fue. Tan confundida.
Comentarios
Publicar un comentario