Llegó borracho el corazón esta mañana,
atravesando ráfagas de cansancio,
y abusando de la vida más humana
diagramó el gran engaño.
Una nube bajó y existió entre nosotros envolviendo figuras
arrastradas por masas de viento húmedo
corriendo sin prisa
entre los apresurados fantasmas vestidos de pobreza
que iban y venían sin saber lo que hacer
en esa enloquecida ciudad abatida por
las grandes capitales que ordenaban matar.
No había órdenes precisas
pero los cuerpos se arrinconaban, se juntaban
formando bultos de trapo y estopa
donde el amor huía aprovechando las hendijas
y el tablero de sombras diagramaba
la partida final, el jaque mate histórico
donde la reina de plata sucumbía
dejando en mis oídos el seco toc
como un sonido sin ecos
que cruzaba el espacio del aburrimiento.
Yo me buscaba en destinos ignorados
y sólo me quedaba entre las manos
un olor de metrallas, hierro y sangre
latiendo el pan con cólera y tristeza.
Una entre muchos
y millones venían a arrastrarme
y era un remo luchando con el agua
buscando en su debajo el oro líquido
el vino de la misa para todos
curando las gargantas,
aliviando el dolor con sacramentos,
haciendo un atropello con la angustia
y la moral estética,
enamorando almas,
rodillas florecidas
cayendo al piso de borrachas
sin talla de malicia.
atravesando ráfagas de cansancio,
y abusando de la vida más humana
diagramó el gran engaño.
Una nube bajó y existió entre nosotros envolviendo figuras
arrastradas por masas de viento húmedo
corriendo sin prisa
entre los apresurados fantasmas vestidos de pobreza
que iban y venían sin saber lo que hacer
en esa enloquecida ciudad abatida por
las grandes capitales que ordenaban matar.
No había órdenes precisas
pero los cuerpos se arrinconaban, se juntaban
formando bultos de trapo y estopa
donde el amor huía aprovechando las hendijas
y el tablero de sombras diagramaba
la partida final, el jaque mate histórico
donde la reina de plata sucumbía
dejando en mis oídos el seco toc
como un sonido sin ecos
que cruzaba el espacio del aburrimiento.
Yo me buscaba en destinos ignorados
y sólo me quedaba entre las manos
un olor de metrallas, hierro y sangre
latiendo el pan con cólera y tristeza.
Una entre muchos
y millones venían a arrastrarme
y era un remo luchando con el agua
buscando en su debajo el oro líquido
el vino de la misa para todos
curando las gargantas,
aliviando el dolor con sacramentos,
haciendo un atropello con la angustia
y la moral estética,
enamorando almas,
rodillas florecidas
cayendo al piso de borrachas
sin talla de malicia.
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