NUNCA DE TI, CIUDAD; de Czeslaw Milosv




Nunca de ti, ciudad, he podido irme.
Larga fue la milla, pero algo me retrocedía como a una
pieza en el ajedrez.
Huía yo por la tierra que rodaba cada vez más rápida
y siempre estuve ahí: con los libros en mi morral de lona,
clavando los ojos en las pardas colinas detrás de las torres
de Santiago
donde se mueven un pequeño caballo y un hombre pequeño
detrás del arado,
ciertísimamente desde hace mucho ya muertos.
Sí, es verdad, nadie comprendió la sociedad ni la ciudad,
Los cines Lux y Helios, los letreros de Halpern y Segal,
El paseo en la calle de San Jorge, llamada de Mickiewicz.
No, no los comprendió nadie. Nadie lo ha logrado.
Pero cuando la vida transcurre en una sola esperanza:
De algún día ya sólo quedan claridad y distinción,
entonces, muy a menudo, da pena.

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