SALTO E INMERSIÓN, de Eugenio Montale




El que se arroja al agua tomado al ralentí

diseña un arabesco filiforme

y en tal cifra quizá se identifica

su vida. Quien está en el trampolín

aún está muerto, muerto quien vuelve

a nado hasta la escala tras el salto,

muerto quien lo fotografía, no nacido

quien celebra la empresa.


¿Está pues vivo

el espacio de que vive lo moviente?

¡Piedad por la pupila, el objetivo,

piedad por cuanto se hace manifiesto,

piedad por el que parte y el que llega,

piedad por el que alcanza o ha alcanzado,

piedad por quien no sabe que la nada y el todo

sólo son velos de lo Impronunciable

piedad por quien lo sabe, quien lo dice,

quien lo ignora y va a tientas en la sombra

de las palabras!


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