(a algunos cándidos abogados de mi tierra)
A no olvidarlo, señores Magistrados
Somos los jueces de los jueces.
Nuestro título no lo ganamos en el aula
y nuestro juicio es nada más
que la verdad desnuda
sin diabólicos juegos de palabras.
Nos parece mentira que la ley
y todos los que aprendieron a cuidarla
sean tan sucios como letrina abandonada.
Vomitamos de asco (es bueno que lo entiendan)
y sólo sabemos repetir como los locos
que tanta carroña terminará un buen día
de una forma no calma como el robar presente.
A no olvidarlo, señores Magistrados.
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