Tú no recuerdas la casa de los aduaneros
sobre el barranco profundo de la escollera:
desolada te espera desde la noche
en que entró allí el enjambre de tus pensamientos
y se detuvo inquieto.
El sudeste azota hace años los viejos muros
y el sonido de tu risa ya no es alegre:
la brújula gira enloquecida a la aventura
y el cálculo de los dados ya no vuelve.
Tú no recuerdas; otro tiempo trastorna
tu memoria; un hilo se devana.
Aún tengo un extremo; pero se aleja
la casa y sobre el techo la veleta
tiznada gira sin piedad.
Tengo un extremo; pero tú estás sola,
no respiras aquí en la oscuridad.
¡Oh el horizonte en fuga, donde se enciende
rara la luz del petrolero!
¿Está aquí el paso? (la marejada insiste
aún sobre el barranco que se derrumba...)
Tú no recuerdas la casa de esta
noche mía. Y no sé quién se va y quién se queda.
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