Prefiero la soledad al ruido de la lengua,
la soledad del día o de la noche
perdido entre el cemento del colmenar nacido
con polen de hombres que inventaron
rascacielos y calles de intrincadas medidas.
Quiero vagar de ronza. Sentir en los tobillos
El paso fugitivo que a mi lado camina
Y al minuto se pierde en las voraces calles.
Quiero putear al viento, al frío, al gris
Que por mis piernas sube. Putear en el silencio
Mascullando poemas y palabras perdidas.
Quiero vagar en soledad, sintiendo el frío
Que hiela mis rodillas, mi sexo agazapado,
Mis amarillos ojos, mi lengua de algodón,
De estopa que no permite el grito sanguinoso
Diciendo la verdad, rompiendo tímpanos culpables.
Quiero ambular entre las luces de la colmena-trampa
Que mimetiza nuestro color de hombres
Y lo transforma en retractadas máscaras que ambulan.
Prefiero la soledad al ruido de la lengua,
Saber que soy el sólo testigo alucinado
De las malas palabras que pronuncio,
También del beso que aquí y allá miramos
Y de la herida que por detrás se brindan
Los seres cuando imaginan la ayuda de las sombras.
Busco la soledad de la ciudad despierta
Andar, vagar, romper mis doloridas piernas
Ser el sólo espectador de mis asombros-náuseas,
Ser el sólo testigo de la risa-temblor
De la lágrima-culpa que la vida procrea,
Ser el único espejo de la propia palabra.
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