He aquí el primer miedo:
ser resbaloso y blando.
El pasar sin tocar, tocar sin apoyarse,
el apoyarse apenas.
No quiero
vivir como quien bebe
los días, flojo vino,
que muy pronto agria y —sin saberse cómo—
se acaba.
Otro miedo: perderse.
De pronto ya no estar, haber quedado
atrás, en un recodo.
Ahora ya no nos ven, ya no nos oyen.
Movimiento entre imágenes
entre sombra, entre sueños.
No quiero
ese avanzar en falso,
en realidad quietud, detención sin remedio
en realidad, la muerte.
Por último, este miedo
difícil de decir, ahora mismo:
lisura de papel, brillo en maderas,
silencio alrededor… Vuela en el silencio
fino miedo, aguja del instante
presente.
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