Cuando algo me duele, cuando viejas heridas
recomienzan
A lastimar despacio, tenuemente, hasta llevarme
al llanto,
Cuando la sangre vuelve a brotar mezclada
con la angustia
De esta soledad, de este ser y no ser no más
que escoria
Que la marea arrastra hacia distintos continentes.
Cuando la mar escapa por los ojos en llanto
inaferrable,
En sueños con los ojos abiertos nacen en mí
imágenes de monstruos
Surreales y formas de barcos navegando
entre las piedras
En bajíos que rompen los acerados vientres
y los inundan,
Los quiebran, los destrozan, en el tiempo
que pleamar y baja necesitan
Para llevarse a fondo el grito de los heridos
monstruos
Que buscan escapar, salvarse, hundir el llanto,
vivir un poco más
Aunque la vida sea tan sólo un abisal dolor
inacabable.
Cuando siento que llega, como la zarpa
de la niebla en mar,
Ese dolor que es mío -heredado del aire-
que se apretuja
Revienta el pecho con sus brazos fabricados
con algas,
Y despierta -la compasión no existe en ella- el caos
De todo lo que fue, de todo lo que nos golpea
las espaldas
Cada día con silenciosos golpes que duelen más
que ese
Que nuestras mismas manos quisieran hacerle
a la ahuecada carne;
Cuando la escucho y sé, presiento que retorna
opresiva y pulposa
Invento -desesperada forma de agonía- proteos
azules navegando
En aguas donde el azúcar -toneladas de azúcar-
se macera
Y da contorno a pobres monstruos híbridos
que también son hundidos
Por el grito dulzón ahogándoles los imposibles
sueños.
Cuando la toco y la puedo medir arrollada en mi
cuerpo,
Cuando viejas heridas amamantan la sangre de
sus formas de araña
Hago nacer naufragios perdiéndose en las playas
que amortajan
Los monstruos de azúcar de la efímera vida
que la sal se devora.
Desde tiempo poseo varaderos de absurdos
que construyen absurdos
Busco olvidar en el invento-desvarío a la angustia
sin término
Que harta de la muerte nos obliga a ser, vivir,
crear absurdamente
Aunque la vida sea tan solo un abisal dolor
irreparable.
recomienzan
A lastimar despacio, tenuemente, hasta llevarme
al llanto,
Cuando la sangre vuelve a brotar mezclada
con la angustia
De esta soledad, de este ser y no ser no más
que escoria
Que la marea arrastra hacia distintos continentes.
Cuando la mar escapa por los ojos en llanto
inaferrable,
En sueños con los ojos abiertos nacen en mí
imágenes de monstruos
Surreales y formas de barcos navegando
entre las piedras
En bajíos que rompen los acerados vientres
y los inundan,
Los quiebran, los destrozan, en el tiempo
que pleamar y baja necesitan
Para llevarse a fondo el grito de los heridos
monstruos
Que buscan escapar, salvarse, hundir el llanto,
vivir un poco más
Aunque la vida sea tan sólo un abisal dolor
inacabable.
Cuando siento que llega, como la zarpa
de la niebla en mar,
Ese dolor que es mío -heredado del aire-
que se apretuja
Revienta el pecho con sus brazos fabricados
con algas,
Y despierta -la compasión no existe en ella- el caos
De todo lo que fue, de todo lo que nos golpea
las espaldas
Cada día con silenciosos golpes que duelen más
que ese
Que nuestras mismas manos quisieran hacerle
a la ahuecada carne;
Cuando la escucho y sé, presiento que retorna
opresiva y pulposa
Invento -desesperada forma de agonía- proteos
azules navegando
En aguas donde el azúcar -toneladas de azúcar-
se macera
Y da contorno a pobres monstruos híbridos
que también son hundidos
Por el grito dulzón ahogándoles los imposibles
sueños.
Cuando la toco y la puedo medir arrollada en mi
cuerpo,
Cuando viejas heridas amamantan la sangre de
sus formas de araña
Hago nacer naufragios perdiéndose en las playas
que amortajan
Los monstruos de azúcar de la efímera vida
que la sal se devora.
Desde tiempo poseo varaderos de absurdos
que construyen absurdos
Busco olvidar en el invento-desvarío a la angustia
sin término
Que harta de la muerte nos obliga a ser, vivir,
crear absurdamente
Aunque la vida sea tan solo un abisal dolor
irreparable.
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