Y sin embargo sé que soy lo mismo,
que algo nos une irremediablemente,
que un recorrido igual está esperándonos
y una misma materia nos sostiene.
Hay una misma sangre, un mismo río
de vida golpeando en nuestras sienes
y una misma esperanza se hace angustia
en la garganta y en el pecho siempre.
En los espejos cruzan de los ojos
árboles, lagos, tierras diferentes,
pero una sola flor los unifica:
es la roja azucena de la muerte.
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