Y vinieron entonces los demonios
y abusaron de mí.
"Vinimos —me dijeron— a quitarte
toda pureza y arrogancia,
a enseñarte a reptar, a implorar, a plañir".
Yo esperé como pude
que se cansaran y se fueran.
En verdad se llevaron casi todo.
De mí quedó un guiñapo,
un hueco horrible, una mentira,
una dura lección al borde de la tumba.
Pero no consiguieron arrancarme
los ojos donde estás.
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