1
POETA, por ser claro no se es mejor poeta.
Por oscuro, poeta -no lo olvides- , tampoco.
2
PRECISIÓN de lo claro o de lo oscuro:
poeta dueño, a caballo, dominante.
3
Tú FABRICAS misterios. ¡Mal poeta!
Peor, porque fabricas fáciles claridades.
4
A coger los aires
al fresco del mar..
LOPE DE VEGA
5
¡OH POESÍA del juego, del capricho, del aire,
de lo más leve y casi imperceptible:
no te olvides que siempre espero tu visita!
6
QUIERO ser cazador, pero tan invisible
y a plena luz del alba,
que ni el alba ni el mar ni los aires lo sepan.
7
LIGERO a veces, si, ligero a veces...
8
MIL pies esta mañana -¡pronto!- para el poema.
9
¡YA!, dijo. Y fue tan ágil,
que no mil pies, sino mil brisas fueron
las que me lo quitaron de las manos.
10
CREYERON que con armas,
unos tristes disparos una aurora,
iban -ioh Poesia, oh Gracia!- a asesinarte.
11
NADIE podrá quitarnos
a la gente de España,
Garcilaso, aquel tuyo
«dolorido sentir».
12
LA GRACIA, como pájaro de rápida salida
de tan confusas brozas y malezas.
13
LA GRACIA, la graciosa
Gracia alada, desnuda, imperceptible,
fugaz, tan dable a pocos.
14
VI LA Gracia riendo a las orillas
del mar. (Era la mar: la gaditana.)
15
LA GRACIA vino a mí' vestida de torero
con las últimas olas de la tarde.
16
Dijo la Gracia: —Visteme de luces
y déjame jugar tranquila al toro.
17
PENSABA en ella. Y me la vi venir,
Gracia a caballo, sola,
bajo las alamedas trasmarinas.
18
QUE la Gracia te libre
una vez más del verso
que con libre apariencia
sólo encadena y mata lentamente.
19
NO DIGO que la Gracia
rehuya el barrizal, los basureros,
las escorias y nieblas necesarios...
—Si, pero para verla
surgir más Gracia pura todavia.
20
Dijo la Gracia al plomo: —Eres poeta...
Pero ven y persígueme, volando.
21
EL Plomo se sintió más ágil aquel día...
y a medio verso se cayó, rendido.
22
PLEGARIA. Dale céfiros
a mis pies y a mi voz cada mañana.
23
YACE la Gracia... ¡No!
La Gracia nunca yace.
24
DUERME la Gracia. Sólo la despierte
el rumor silencioso de su sueño.
25
A VECES, el poeta
armado de rebenque y cólera apretada,
separando tinieblas, largas, inacabables,
feroz, corre a la caza de su Musa: —¡Oh ramera!
¿En dónde estabas, di? ¿Qué hacias, que no acudes
cuando te necesito?
26
VI A MI Musa llorando sobre un traje vacío,
puesto a secar de sangre en un ribazo
(El traje
era de un pobre río,
difunto ya para el abrazo
de la que lo lloraba y el paisaje.)
27
Hoy mi Musa volvía
antigua de murallas
y meandros de río.
28
SIEMPRE que me abandono,
me la encuentro perdida en las almenas,
mirando, lejos, si la mar querría,
condescendiente al fin, abrir la boca.
29
¡POBRE Musa, intentando,
entre tanta sordera y tanto estruendo
ponerle al mar tu voz más aflautada!
30
¡MUSA de los castillos, de las plantas
lentas, rastreadoras,
de las enamoradas silenciosas del muro
que con sigilo buscan aplastarse
contra el secreto en sombra de las piedras!
¡Musa de las lagunas y los bosques,
de los más ateridos
ecos sin voz, tan sólo desvelados
por los presentimientos de unas huellas perdidas,
de un sonido distante,
de una luz que no tiene su llegada!
¡Musa del mar, Musa del aire, siempre
en medio de este fuego real o imaginado,
espero tu visita!
31
VINISTE a mi encubierta,
con máscara fingida de albayalde,
de estopa los cabellos,
la sonrisa sujeta a las mejillas
de cartón; la palabra
falaz, bailando en la emborazada lengua.
Te acercaste diciéndome: ¡Yo soy!
... Mas olí en ti la Musa de la muerte.
32
MUSA verde, perdida, de mis primeros años,
llorando en las cocheras, en los hondos
graneros, perseguida por las ratas,
envuelto el sueño por los largos hilos
de las arañas mudas, que lo iban
prendiendo al techo de la noche...
33
EL ÁRBOL tiene memoria,
que le anda lejos y cerca.
—¿Qué recuerda?
Recuerda cómo a sus aires
se acordaban voces frescas.
—¿Qué recuerda?
Recuerda que las perdió,
cuando era triste perderlas.
34
PENSABA el árbol pleno,
viéndose las raices
de fuera, doloridas,
pensaba en lo imposible
de enterrarlas de nuevo
en nueva tierra...
Y se quedó suspenso,
con su mudo dolor por todo canto.
35
ME IMAGINABA con un niño a cuestas,
entre oscuros temblores y relámpagos,
cuando escuché una música, un creciente
hilo sonoro que me puso a salvo
en un claro confín de suavidades
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