TÉ DE MANZANILLA, de Katherine Mansfield




Afuera las estrellas iluminan el cielo;

un rugido vacuo llega desde el mar.

¡Y pobres florecillas de almendro!,

pues el viento sacude el árbol.


Quién me iba a decir, hace un año,

en esa horrenda casita junto al Lee

que él y yo estaríamos así sentados

y bebiendo una taza de té de manzanilla.


Ligeras como plumas vuelan las brujas,

el cuerno de la luna se muestra sin ambages;

junto a una luciérnaga y bajo un narciso

un duendecillo y una abeja hacen un brindis.


Podríamos tener cincuenta años o tener cinco,

tan apretados, tan compactos, ¡tan sabios somos!

Bajo la pata de la mesa de la cocina

mi rodilla se aprieta contra la suya.


Nuestros postigos están cerrados, el fuego arde quedo,

el grifo gotea con sosiego;

las sombras de la cacerola sobre la pared

son negras y redondas y se muestran sin ambages.

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