LOS REFLEJOS INFIELES, de Olga Orozco




 Me moldeó muchas caras esta sumisa piel,

adherida en secreto a la palpitación de lo invisible
lo mismo que una gasa que de pronto revela figuras
emboscadas en la vaga sustancia de los sueños.
Caras como resúmenes de nubes para expresar la         
          intraducible travesía;
mapas insuficientes y confusos donde se hunden los cielos
          y emergen los abismos.
Unas fueron tan leves que se desgarraron entre los dientes

de una sola noche.

Otras se abrieron paso a través de la escarcha, como proas
          de fuego.
Algunas perduraron talladas por el heroico amor en la
           memoria del espejo;
algunas se disolvieron entre rotos cristales con las primeras
           nieves.
Mis caras sucesivas en los escaparates veloces de una            historia sin paz y sin costumbres:
un muestrario de nieblas, de terror, de intemperies.
Mis caras más inmóviles surgiendo entre las aguas de un
ágata sin fondo que presagia la muerte,
          solamente la muerte,
apenas el reverso de una sombra estampada en el hueco
          de la separación.
Ningún signo especial en estas caras que tapizan la            
          ausencia.
Pero a través de todas,
como la mancha de ácido que traspasa en el álbum los
          ambiguos retratos,
se inscribió la señal de una misma condena:
mi vana tentativa por reflejar la cara que se sustrae y que
           me excede.
El obstinado error frente al modelo.

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