ARMA SECRETA, de Leopoldo de Luís



¿QUIÉN levanta del pecho del hombre
estas armas secretas del odio?
¿Quién devuelve la paz a los campos
del alma, sombríos e inhóspitos?

    Pasaron poniendo las bases
ocultas, de sombra y de plomo,
cimentadas en viejos rencores,
tapadas de envidia y rastrojos.

    Subieron al pecho lejanos residuos,
esquirlas de un crimen remoto,
compacta muralla de ciega amargura,
de sangre mezclada con Iodo.

    El hombre es un niño que aprende
a odiar, si le enseñan, tan pronto...
Se le vuelve la tierra pequeña
a su lado no cabe ya el otro.

    Se puede volver agua oscura,
corrompida agua negra de un pozo
si lo ciegan con léganos tristes
y remueven el cieno del fondo. 

Ese hombre que cuida los campos, 
que cría ganados de cálidos copos,
de repente asesina palomas .
y les clava una aguja en los ojos.

Ese hombre que funda la rosa
y descansa a la sombra
de un olmo, te pinares y bosques incendia 
y contempla impasible el rescoldo. 

El hombre que curva sus manos ,
por el dulce declive de un hombro 
de mujer y en las suaves colinas
de unos senos aprende redondos TI

encantos, ternuras redondas 
en las formas del aire amoroso,
solivianta sus dedos de espinas 
y en sus manos se yerguen escollos. 

El hombre que toma en sus brazos
al hijo que le hace sonoro
porvenir, y le muestra las cosas del mundo,
del mundo que en su eje también gira un poco,

   un mal día atraviesa con botas
militares pisando el sollozo,
pisando la frente de un niño que está agonizando
caído en los campos del odio.

tus huesos redondeas en sus lentas parábolas,
tus madejas devánense en su asíntota,
habita en sus incógnitas tu sangre,
eres el leve punto de sus gráficos,
cruzas el seco cielo que se acota
entre su abscisa y su ordenada, eres
el pájaro pequeño que persigue la flecha
de la media aritmética más allá de su nido.

   Somos el acechado gorrión de la Estadística,
caemos en sus redes y el corazón nos tiembla
como trémulas alas, nos sentimos heridos
pero sólo nos cruza un pequeño taladro
para que nos registre la gran computadora.

    Hoy me he muerto de hambre, ayer besé tus labios, mañana seré el preso de un sueño subversivo,
camino con el flanco quemado por un hierro,
soy la res de una inmensa ganadería técnica
y tengo una sonrisa de pena programada.
Yo soy el cero punto y un pequeño guarismo
por ciento de la masa que consume la vida,
apenas si perturbo el nivel de incidencia
y mi amor se regula por un coeficiente.
El cáncer me ha elegido, el infarto me ronda,
la autopista reclama mi cadáver.
Soñé con una pura libertad: bien mirado
pudiera ser su hipótesis, y sé que ya mi muerte
está en una esperanza matemática.

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