EVANGELICAS, de Alma Fuerte

 

-En la memoria de los tontos, siempre se está mal; pero  cuando los tontos nos rinden culto, se está peor.
 -El vulgo quiere gestos, "paradas", ademanes trágicos;  porque el vulgo tiene alma de esteta, aunque rudimentaria, y las s actitudes de cuadro histórico y de estatua simbólica lo cautivan; las actitudes ésas buscan eso.
-Como las posturas demasiado elocuentes y siempre al pelo nunca son espontáneas -puesto que requieren ensayo previo-, el vulgo sabe tanto de los hombres que aclama o vitupera, como la concurrencia del teatro infantil respecto de los cómicos que la hacen reir.
-No solamente bajo los golpes, de la adversidad se quiebran caracteres; se quiebran más ruidosamente bajo los  dedazos imbecilizadores de una voluntad pública demasiado adhesiva.
 -Muy contados son los famosos que se mantienen extraños a la presión centrípeta de la curiosidad que despertaron. -Todo admirador es un amo, o pretende serIo amás te pon- gas al alcance de su adhesión.
-De cien admiradores que se acerquen, los ochenta
-Perdóneme Juan Pueblo-, son claques voluntarias que vienen a cobrar sus palmadas. Si pagas, se mofarán de ti; si no pagas, te pondrán como no te pondrían dueñas: tú elegirás.
-Hay gente que no se admira de nada y ejerce el oficio de cortejar a los admirables. También hay holgazanes que gustan de visitar al carpintero en su banco y al albañil en su andamio.
-Como en la casa de las solteronas millonarias, entre los habituales de los famosos no se encuentra un tonto ni para remedio.
-La idea de la celebridad va unida, en casi todos los cerebros, a las ideas de riqueza, de magnanimidad, de manos abiertas.
-Para resultar el hijo de todos después de la conquista de las alturas, sería muy razonable quedarse en el valle y ser la Minerva de los que suben: a veces el escalón vale más y puede más que quien lo pisa.
-Muchos de los que te frecuentan vienen a silbar al pavo real: no esponjes tus plumas por más que te silben.
-No todos los famosos son gloriosos, como no todos los que penden de una cruz honran la cruz, ni todo lo que vive da notas.
 -En la admiración femenina hay algo de entregamiento; el entusiasmo que despiertan los oradores sagrados pone en peligro sus votos.
-A veces la fama no es más que un fenómeno de farolerismo circundante: no a veces, muchas veces.
-Rechazarás al fetichismo de los que besan la orla de tu manto como quien besara tu carne viva: trátalos como a perros, porque son perros.
-Las lenguas de los que te ungen con ellas son más venenosas que las lenguas de los que con ellas te difaman. Las primeras te deprimen a tus propios ojos, las segundas a los ojos de los demás; pero las unas realizan la depresión de tu espíritu y las otras la de tu reputación; darás al calumniador el desmentido de los hechos y al adulador un puntapié.
-El amor de las multitudes es una túnica que puede incendiarse al primer movimiento indiscreto del que la lleva: tú la vestirás como una casulla de ritual; ninguna vez como prenda de abrigo.
-También es un traje cortado sin consultar las dimensiones del que ha de usarlo: está hecho a la medida del que lo cortó, que suele ser un adefesio.

-La gente debe saber que su admiración no te hace falta. -Que de tanto esforzarla por dominar el estruendo de los aplausos o las injurias, tu conciencia no pierda la voz.

 -Los hombres superiores no ensayan posturas: obligan a las medianías que les siguen de cerca o de lejos, a bailar al son que ellos tocan.

 -Los verdaderos exponentes de un ideal--que son los internamente organizados y externamente equilibrados para la realización del ideal ése-, labraron su reputación definitiva y salvaron el ideal, poniendo a los desencantados y los desertores I entre los muertos y los idos. ( -El que cuenta los que se van, se hace esclavo de los que se quedan y da la razón a los que se van.

-Cuando la ausencia de alguien produce un vacío en tu ser y una desviación en tus ideas, es porque tú no eres tú, sino el que se fue, y porque no pensabas con tus sesos, sino con los del ausente. No me vengas, entonces, con la música de tus excelencias.

-Si eres de los que enferman en el silencio del olvido, de los que arrinconan la malquerencia general, de los que desconcierta y encoleriza la calumnia, de los que mata la ingratitud, nada se habrá perdido con tu defunción.

-El que quiera sobrenadar en el tiempo, a pesar de los siglos, ha de sobrenadar en la vida, a pesar de todo y de todos: la posteridad tiene presente la fisonomía de los vencedores y de los vencidos: pero a los que se quedaron a la vera del redondel apenas los imagina.

-A fuerza de producir desencantos, se puede llegar a ser encantador.

-La humanidad es harina viviente que quiere ser amasada: hazla pan.

-Los realmente grandes lo son por comparación con el nivel humano, como las montañas con el nivel del mar; pero no por confrontación recíproca como las aves de corral.

-Aquel que procede por emulación --que es un eufemismo
escolar de la envidia-, que vaya a parlar de su grandeza en los mentideros subalternos de la ciudad, o en la trasbotica de la farmacia de su aldea; nadie tan insignificante que no signifique algo para alguien.

-Los cerebros expresivos no estimulan a los otros cerebros: los asombran y hasta los aplastan.

-Muy pocos dicen: "Quiero ser como Dante"; todos exclaman: "iQuién fuera como Dante, como Shakespeare, como Sarmiento!.

 -No se quiere sinceramente, valerosamente, sino aquello que de alguna manera se podría obtener; por esa razón fundamental "querer es poder".

 -La envidia es planta de clima benigno: no prospera ni en las cumbres, ni en los polos, ni en los arenales tórridos. Es dolencia de escolares, de marquesas, de chulas, de soldados, de frailes: se desarrolla en las escuelas, en los conventos, en los salo- nes, en los mercados, en los cuarteles, en las capillas literarias, en las redacciones de diario. Se enferman del mal de la envidia, en el trajín de la lucha, las almas mediocres -las que no son ni sal ni azúcar-, con motivo de los triunfos de otras almas también mediocres, también insípidas.

-Para el envidioso, el mérito ajeno es lo de menos: le sobre- salta y enardece la buena suerte de sus congéneres.

-La envidia es una protesta casi siempre justa, hasta cierto punto justa; porque hay injusticia y hay crueldad en llamar a diez mil para elogiar a uno solo.

-Como caben en el juez los delitos y hasta los crímenes que son objeto de su sentencia, caben en el envidioso las cosas envidiadas: ninguno tan necio que envidie a las estrellas.

-Cuando la mujer dice que quisiera ser hombre, quisiera ser hombre para ser mujer más cómodamente.

-Los méritos que suele desenvolver la emulación duran lo que la presencia del mérito ajeno que los estimuló: se van con su originador casi tan rápidamente como las imágenes de un espejo; se deshacen al otro día como los rizos hechos a fuego en las crines de una india; son rosas de trapo impregnadas de esencia de rosas verdaderas.


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