hay algo en el jardín que tiembla y llora.
Oh, ven, que entre tus manos haré almohada,
para apoyar mi testa desolada.
Te esperaré en nuestro banco
y por gustarte vestiré de blanco.
No esperes, al llegar, que yo me mueva
de la glorieta que nos finge cueva.
Me lo suele impedir el corazón
que a tus pasos se pone en desazón.
Mi corazón está tan castigado
que como un vaso morirá trizado.
Si un día entre tus brazos se me aquieta,
Tú, que tienes instinto de poeta,
Ponme sobre las sienes muchas rosas
con tus mano delgadas y nerviosas.
Las sentiré caer como un suspiro
desde el silencio azul de mi retiro.
¿No sabes que la muerte es la dulzura
jamás gustada en nuestra vida impura?
¡Oh, si fuera el allá silencio eterno
ni sol de enero, ni quietud de invierno!
Estoy cansada de escuchar sonidos;
me molestan y ofenden tantos ruidos.
El cerebro me pesa como un cuervo
clavado adentro por destino acerbo.
Y tengo tal deseo de dormir...
Oh, qué hermoso, qué hermoso no sentir.
iOh, dejarse llevar sin voluntad
como una estrella por la inmensidad!
No saber de uno mismo; ser el ave;
llevar las alas sin buscar la clave.
No esperes que se aquiete el corazón;
mátalo tú en un rapto de pasión.
Esta noche, mi bien, y no mañana.
¡Es tan dulce esta hora vesperiana!
Aquí, entre flores pálidas y mustias
que se mueren también por mis angustias.
No tardes esta noche, amado mío...
el cielo se ha nublado; tengo frío...
No tardes esta noche que estoy sola.
y tiemblo..., tiemblo..., soy una corola.
Esto es amor, esto es amor: yo siento
en todo átomo vivo un pensamiento.
Y soy una y soy mil; todas las vidas
pasan por mí; me muerden sus heridas.
Y no puedo ya más; en cada gota
de mi sangre hay un grito y una nota.
Y me doblo, me doblo bajo el peso
de un beso enorme, de un enorme beso.
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