Las retorcidas manos,
las desencarnadas manos,
las manos crispadas del que aún las conserva
alargándolas, alargándolas…
Al pozo.
Queriendo llegar a la cara viscosa
del agua acostada como una serpiente
que se enrolla en sí misma.
Debajo del pozo
se tienden las aguas, se escurren
del río invisible que alarga sus manos
tejidas con hojas; raíces y bulbos
para llegar…,
¿a dónde?
Nadie llega nunca,
nada llega nunca;
por debajo del pozo ni encima del pozo
nadie llega nunca…,
¿y a quién
llegar se podría…?
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