Y aprendí del negocio de la vida.
Permuté por naranjas aceitunas.
Les ofrecí a los ángeles lagunas,
y me dieron toronja humedecida.
¡Cuánta pequeña cosa sumergida
tuvo valor de inmensidad! Algunas
oxidaciones se volvieron lunas,
joya el insecto, resplandor la herida.
Negocié con arcángeles vestidos
de alfareros. Cambié frutas y nidos
por algo imperceptible en su grandeza,
y un día azul les despojé un caballo.
Sobre ese potro sideral batallo,
ebrio de luz, triunfal en la Belleza.
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