Yo no sé lo que más buscar podría
Si aquél tan dulce amigo, mío fuese,
Si él a mí me llamase »su alegría«,
Y cual si fuese suyo
A mi lado estuviese.
¡Oh, cuántos de la dicha en pos se
afanan
Con rostro horriblemente contraído!
Fama de sabios en el mundo ganan,
E ignoran donde yace
El tesoro escondido
Que ya lo ha arrebatado, el uno
entiende,
Y cuánto tiene solamente es oro.
Todo el orbe surcar otro pretende
Y tras tanto afán deja
Sólo un nombre sonoro
Varios tienden la mano a la victoria,
Y tras el lauro corre más de uno
Y quedan, por distinta vanagloria,
Bien engañados todos,
Rico, empero, ninguno.
¿El quizá a conocer no se os ha dado?
¿Y por vosotros quién palideció
Olvidásteis? Y quién atormentado
Por amor de nosotros
Cruel muerte sufrió?
¿Ni una palabra suya habéis oído?
¿De su vida no habéis leído nada?
Oh, ¿no sabéis cuán bueno nos ha sido,
Y qué gracia divina
Por él nos fue otorgada?
¿No sabéis que él bajó del alto cielo,
De la madre más bella hijo sublime?
¿Qué palabras sembró en el triste suelo?
¿Qué a todo hijo de Eva
El le sana y redime?
¿Qué del más puro amor él impelido,
Desolado corrió del hombre en pos,
Y que nuestra vil Tierra ha convertido
En el vivo cimiento
En una ciudad de Dios?
¿Un hombre tal aún no os es bastante?
¿Ni conmover logró vuestro egoísmo?
¿Y no abrís vuestras puertas al instante
A aquel que os salvó a todos
Del infernal abismo?
Dejadlo todo sin ningún reparo
Y de toda ilusión haced renuncia;
¿Qué corazón en él no busca amparo,
Si la firme promesa
De su gracia os anuncia?
Héroe de amor, recuéstame en tu seno;
Tú eres mi mundo, tú la vida mía.
Quedárame sin bien ni amor terreno,
Ya sé quién de su mano
A mí me sostendría.
¡Ah! Mis amores tú me devolviste;
Yo encuentro en ti fidelidad eterna.
Ante ti orando el cielo se posterna;
Y tu bondad, con todo,
Benéfica me asiste.
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