La noche cálida como una axila
Y el mar espejeando en la sombra.
El grano rubio de los luceros
Se muele en la eterna tahona.
Y cae la harina misteriosa de la luz
Sobre el agua ágil y ronca.
En la orilla, espectadora ávida,
Devoro con los ojos el manjar divino.
Negado a mi boca amarga.
Un canto de marineros
Hace aguda la noche redonda.
Yo muerdo un deseo imposible
Sentada en la rueda de las sombras.
Y doy un grito, un grito filoso
Para cortar el cable que me ata a una tierra.
¡A una sola tierra!
De la que conozco hasta el polvo
Que baila en los vientos.
(Los vientos tienen olor
A paja brava y a selva.)
El grito inútil cae en el mar
Como una gaviota herida en las alas.
¡Noche, noche tropical,
Que no has querido cercenar mi amarra!
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