I
Ninguna de las hijas de la belleza
tiene la magia que tú tienes;
y es para mí tu dulce voz
como música en el agua:
como si su sonido hiciera
detenerse al encantado océano,
resplandecen las olas en su quietud
y parecen soñar los sosegados vientos.
II
Y la luna de la medianoche tejes
obre el mar su brillante cadena;
su pecho palpita suavemente
como un niño dormido:
así el espíritu se inclina ante ti,
para escucharte, para adorarte;
con la emoción suave y profunda
de las olas de un mar de Verano.
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