Yo, España, ya no soy nadie aquí.
Aquí,
en este mundo vuestro
yo no soy nadie. Ya lo sé.
Entre vosotros
aquí, en vuestro mercado,
yo no soy nadie ya.
Un día me robasteis el airón
y ahora me habéis escondido la espada.
Entre vosotros
aquí,
en esta asamblea,
yo no soy nadie ya.
Yo no soy la virtud. Es verdad.
Mis manos están rojas de sangre fatricida
y en mi historia hay pasajes tenebrosos.
Pero el mundo es un túnel sin estrella
y vosotros sois sólo vendedores de sombras.
El mundo era sencillo y transparente; ahora no es más que
sombras,
sombras,
sombras...
Un mercado de sombras,
una bolsa de sombras.
Aquí,
en esta gran feria de tinieblas,
yo no soy la mañana...
Pero sé
-y esto es mi esencia y mi orgullo,
mi eterno cascabel y mi penacho-
sé
que el firmamento está lleno de luz,
de luz,
de luz,
que es un mercado de luz,
que es una feria de luz,
que la luz se cotiza con sangre...
y lanzo esta oferta a las estrellas:
“Por una gota de luz,
toda la sangre de España:
la del niño,
la del hermano,
la del padre,
la de la virgen,
la de los héroes,
la del criminal y la del juez,
la del poeta,
la del pueblo y la del presidente...
¿De qué os asustáis?
¿Por qué hacéis esas muecas, vendedores de sombras?
¿Quién grita?
¿Quién protesta?
¿Quién ha dicho: Oh, no, eso es un mal negocio?
Mercaderes...
¡sólo existe un negocio!
Aquí,
en este otro mercado,
en esta otra gran Bolsa
de signos y designios estelares,
por torrentes históricos de sangre,
¡sólo existe un negocio!
sólo una transacción.
Y una moneda.
A mí no me asusta la sangre que se
vierte.
Hay una flor en el mundo
que sólo puede crecer si se la riega con sangre.
La sangre del hombre está no sólo
hecha para mover su corazón,
sino para llenar los ríos de la Tierra,
las venas de la Tierra
y mover el corazón del mundo.
Mercaderes...
Oíd ese pregón:
“El destino del hombre está en subasta.
Miradle ahí, colgado de los cielos
aguardando una oferta...” ¿Cuánto? ¿Cuánto?
¿Cuánto, mercaderes?... (Silencio.)
Y aquí estoy yo otra vez;
aquí sola. Sola, sí.
Sola y en cruz. España-Cristo
-con la lanza cainita clavada en el costado,
sola y desnuda -jugándose mi túnica dos soldados vesánicos-.
Sola y desamparada -miradme cómo se lava las manos
el Pretor-.
Y sola, sí, sola,
sola
sobre este yermo seco que ahora riega mi sangre;
sola
sobre esta tierra española y planetaria;
sola
sobre mi estepa
y bajo mi agonía;
sola
sobre mi calvero
y bajo mi calvario;
sola
sobre mi Historia
de viento,
de arena
y de locura,
y bajo los dioses y los astros
levanto hasta los cielos esta oferta:
Estrellas:
vosotras sois la luz.
La Tierra, una cueva tenebrosa sin linterna
y yo tan sólo sangre,
sangre,
sangre,
sangre...
España no tiene otra moneda...
¡Toda la sangre de España
por una gota de luz!
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