Fui descarnando voluntariamente.
Mondándome los pulsos y la cara
y el esternón, para que no quedara
de mí sino este hueso resistente.
Este hueso que aquí sobre la frente
semeja una colina que se aclara.
Hueso de luz con el que al fin tocara
algo que es inmortal y diferente.
La carne fue acabándose en escueto
desamor de mí mismo, y adherida
casi con alfileres al secreto
de mi muerte por nadie conocida.
Morí, pero a través de mi esqueleto
se puede contemplar toda la vida.
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