En el espléndido ataúd de su forro
escarlata
el esmalte de sus dos y treinta dientes
brilla.
Su cabello, que una vez una abadesa amaba
con el pecado ,
acurrucado en rizos de la manera más
astuta,
caídas - carbuncos como de Fairylike - a
sus ojos,
cuyas cejas curvadas parecen teñidas con
curcumina.
Sobre su corazonada descansando sus dedos
enguantados en negro,
con gorra con cresta y espada de arrastre,
se demora
bajo altos balcones donde se inclinan las
damas.
Su doblete es de seda; empujado en su
faja,
hildeado con gavillas plateadas, sus dagas
destellan,
conjunto con diamantes blancos y
esmeraldas verdes.
Y sensual es su alcoba con el aplastado
pétalos de flores dejados por grandes
damas, enrojecidos
con amor que los lanzó jadeando sobre
su cama.
Besar sus ojos tan vivos como las
estrellas , sus bendiciones
traen de joyas, pistolas y doblones,
y morderse los labios como el ganado
sacrificado rojo.
Así, guapo como un dios , valiente como su
daga,
habiendo matado en un duelo al marqués de
Montmagre,
diez condottieri, cuatro sobrinos del
papa,
con calma, cabeza alta, marcha por las
ciudades,
y arrastra a sus talones a las mujeres que
nunca se compadece,
cuyos corazones sobre su floreciente
belleza adoran.
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