'TOKO-WALY’, de Leopold Sedar Senghor

 


Toko-Waly tío mío, ¿te acuerdas de las noches de antaño

¿Cuando pesaba mi cabeza en tu paciente espalda?

¿O dándome la mano, tu mano me guiaba por tinieblas y signos?

Los campos son flores de gusanos relucientes; las estrellas se posan

en la hierba en los árboles.

El silencio alrededor.

Sólo el runruneo del perfume de los matorrales, colmenas

de abeja que dominan la endeble vibración de los grillos.

El tam-tam velado, de la respiración a lo lejos de la noche.

Tú Toko-waly, tú escuchas lo inaudible.

Y me explicas los signos de los antepasados en la serenidad marina

de las constelaciones.

El Toro, el Escorpión, el Leopardo, el Elefante, los peces familiares

Y la pompa láctea de los Espíritus por el cerco celeste que nunca termina.

Pero he ahí la inteligencia de la diosa Luna y

los velos de las tinieblas caen.

Noche de África, mi noche negra, mística y clara, negra y brillante

tú reposas con la tierra misma, tú eres la tierra y las colinas armoniosas.

¡Oh, belleza clásica que no es ángulo, sino línea elástica elegante esbelta!

¡Oh, rostro clásico desde la frente combada hasta el bosque de aromas

y los grandes ojos oblicuos hasta la bahía graciosa del mentón

y el impulso fogoso de las colinas gemelas!

¡Oh, curvas de dulzura, rostro melodioso!

¡Oh, mi Leona, mi Belleza negra, mi Noche negra, mi Negra, mi Desnuda!

¡Ah!, cuantas veces has hecho latir mi corazón como el

leopardo indómito en su estrecha jaula.

Noche que me libera de las razones, de los salones, de los sofismas,

de las piruetas, de los pretextos, de los odios calculados,

de las matanzas humanizada,

noche que funde todas mis contradicciones, todas las contradicciones

en la unidad de la primera negritud.

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