El brote de mostaza salado es un plato que aquí no existe, se le encuentra allá por el
Centro del país. Es un plato de los pobres, dado que de hecho, no es una gran cosa:
una planta que se come cuando el tallo empieza a tener brotes. No es muy bueno y
produce comezones. Pescado y brotes de mostaza salados es una confesión hecha en
un momento crítico, durante una huelga de hambre en la cárcel: de la lucha a la
rendición hay un solo milímetro. El valor o la rendición; éste es el problema.
Cinco días de agotamiento,
En la pipa fumar para olvidar
Unos sorbos de agua no sacian
La sed, le espíritu pasa
De la vigilia al sueño
Son que se vaya la obsesión del hambre.
al extremo del piso humea la sopa
y el tasón de pescado oloroso
une su aroma al del arroz.
¡Qué tentación tan fuerte!
Quiero dormir pero no puedo,
El vientre sin cesar insiste:
“¡Come aunque sea una brizna, come!
¡Para qué así sufrir y así morir!”
Lo escucho en voz baja tentarme,
Enrojezco de cólera, las orejas fogosas:
“¡Calla, no hables así!
¡Más vale morir!”
Guarda silencio para prepararse,
Después implora con pasión:
“Tu vida tiene sólo veinte primaveras,
¿para qué así sufrir y así morir?”
Él levanta y baja la voz,
Relata numerosas cosas viles.
Yo en silencio, tendido sin moverme,
Entonces él cambia su táctica:
“Bueno, de acuerdo, continúa luchando,
pero debes conservar el aliento
para no abandonar a los amigos
para no abandonar la partida
hasta el día de la cosecha-
Come un poquito de pescado,
Dos o tres brotes de mostaza,
¿Quién va a saberlo?
Tu honor estará a salvo,
¡No tengas miedo pues!
Si tu aliento te traicionara
Un sorbo de agua ahí quedaría de ayer,
¡bebe – nadie lo notará!”
Esta vez debo confesarlo:
Cierto es que esas palabras me conmueven,
Cierto es que le falta razón,
¡en el fondo no es falso lo que dice!
como un poquito de pescado
dos o tres brotes de legumbres
saladas, ¿quién lo va a saber?
¡tu honor estará a salvo!
Pero vacilo, reflexiono
- después la cabeza hace: no,
cierto es que nadie lo sabrá,
¡pero actuar así es imposible!
Desde que dirigí mis pasos
hacia el camino de la lucha
tengo en mí como dos remaches
un par de ojos divinos:
la gran causa.
Desde que se halla en colectividad
por defender el interés de todos,
en la vida, en la muerte,
está uno codo con codo,
no debe abandonar las filas,
nada puede tentarlo,
no se vende ni compra la conciencia
y el honor de cada cual es
propiedad común de los camaradas.
Hay que velar por él con gran cuidado
como a la niña de los ojos
hasta la última gota de sangre,
hasta el último aliento.
No se puede perder la disciplina,
la franqueza debe extenderse
lo mismo que una estera
sin el asomo de una arruga,
sin una sombra opaca,
sin una sola mancha de bajeza.
El vientre lo ha entendido todo
y parece reconocer su falta,
desde ese instante ya no insiste,
no osa siquiera suspirar
y me sonrío yo de la victoria.
Lao Bao, noviembre de 1940
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