El
águila blanca de los mares, el águila del Templo me raptó más allá del
continente.
Me
despierto, me interrogo, como el niño en los brazos de Kouss que tú llamas Pan.
Es el
grito salvaje del sol levante que hace estremecer la tierra
tu
cabeza desnuda, nobleza de la piedra, tu cabeza debajo de los montes, el León
debajo de los animales del establo
cabeza
de pie, que me horada con sus ojos agudos.
Y
renazco de la tierra que fue mi madre.
He aquí el Templo y el Espacio, entre nosotros
precipicio
y altitud
como
tu orgullo que se yergue, porta-nieve, antaño de calor humano
—En él desaparezco, labrador recostado en la
embriaguez de la cosecha madura.
Me
escabullo a lo largo de tus paredes, rostro escarpado.
El
mejor montañista está perdido. Ve la sangre de mis manos y mis rodillas
como
una libación de sangre de mi orgullo antagonista,
diosa
con rostro de máscara.
¿Habré
de desatar las tempestades de todas las cavernas mágicas del desierto?
¿Juntar
las arenas de las cuatro esquinas del cielo vacío,
con
un fervor inmenso de saltamontes?
¿Y
después en un silencio inmemorial, el trabajo del frío apocalíptico?
Se
deslizan ya tus palabras confusas de mujer, como lamentos de una dichosa
miseria, no se sabe;
Y las
piedras, brusca y débil caída, van a tomar el estrépito de las cataratas.
Toda
victoria dura el instante del batir de una pestaña que proclama el irreparable
duplicamiento.
Tú fuiste
africana en mi memoria antigua, como yo,
como
las nieves de los Atlas.
Manes
o manes de mis Padres,
contemplad
su frente cubierta y el candor de su boca adornada de palomas sin mácula,
comparad
su belleza y la de sus hijas.
Sus
párpados como el crepúsculo veloz y sus ojos vastos que se llenan de noche.
Sí,
es Clara, la abuela negra, de los ojos violetas bajo sus párpados de noche.
“Mi amada, bajo la sombra de los taparrabos
azules
Las
estrellas deshojan las flores de algodón de sus cápsulas reventadas.
El
Señor de la maleza eres tú que has hecho callar la rebelión de los sonidos
sordos.
¡Mirad!
la niebla dulcemente se escurre en claras gotitas de leche fresca.”
Escucha
mi voz singular que te canta en la sombra
Este
canto constelado del estallido de los cometas cantores
Yo te
canto este canto de sombra con voz nueva
Con
la voz vieja de la juventud de los mundos
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