Las ventanas de mi poesía están
abiertas de par en par sobre los bulevares y en sus vidrieras
Brillan
Las pedrerías de la luz
Escucha los violines de las limusinas y los xilofones de las linotipias
El embolsador se lava en la toalla del cielo
Todo es salpicados de color
Y los sombreros de las mujeres que pasan son cometas en el incendio del
atardecer
La unidad
Ya no hay unidad
Todos los relojes indican ahora las 12 de la noche después
de haber sido atrasados diez minutos
Ya no hay tiempo.
Ya no hay dinero,
En la Cámara
Se estropean los maravillosos elementos de la
la materia prima
En el bodegón
Los obreros de mameluco azul toman vino tinto
Todos los sábados gallina a la cazadora
Se juega
Se apuesta
De tanto en tanto pasa un bandido en auto
O un niño juega con el Arco de Triunfo…
Yo aconsejo al Sr. Cochon que aloje a sus protegidos
en la Torre Eiffel
Hoy
Cambio de dueño
El Espíritu Santo se vende al menudeo entre los tenderos más pequeños
Yo leo arrobado las tiras de calicó
De caléndula
Únicamente las piedras pómez de la Sorbona nunca florecen
La insignia de la Samaritana surca las señales del Sena
Y del lado de San Severino
Oigo
Las campanillas encarnizadas de los tranvías
Llueven globos eléctricos
Montrouge Estación del Este Subte Norte-Sur lanchas golondrina mundo
Todo es halo
Profundidad
En la Rue de Buci vocean “El Intransigente” y Paris Deportes
El aeródromo del cielo es ahora, abrasado, un cuadro de
Cimabué
Cuando por delante
Los hombres son
Largos
Negros
Tristes
Y echan humo, chimeneas de fábrica
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